No queremos que este sea un post más sobre el supuesto fenómeno conocido como depresión post-vacacional. En ITEC tratamos de hacer divulgación de manera rigurosa, y este tema es idóneo para llevar a cabo un intento.
En septiembre los noticiarios y la web se llenan de noticias sobre algo llamado “depresión post-vacacional”. Se refieren a un estado de apatía, desidia, falta de interés, irritabilidad y bajo estado de ánimo que aparece tras el período vacacional. El problema es que es tratado como si fuera una entidad en sí misma, como si fuera una especie de enfermedad que se aloja en el cuerpo de las personas que vuelven de vacaciones como si de un virus se tratase. Peor aún, en un alarde de razonamiento circular se asume que la persona está apática porque tiene depresión post-vacacional, y tiene depresión post-vacacional porque está apática; cuando en realidad lo que ocurre es que le estamos dando una entidad artificial a un conjunto de sensaciones y comportamientos que tiene una explicación fácil para el psicólogo conductual.
Avisamos de que en ningún momento y bajo ningún concepto negamos que las personas sufran al volver a la vida laboral. Nuestra crítica va hacia la medicalización y la postura acientífica con que se banaliza este sufrimiento.
Cuando estamos de vacaciones (o, al menos, en unas vacaciones deseadas) se pone a nuestra disposición una amplia gama de estimulación apetitiva. Podemos viajar, ir a conciertos, quedar con amistades, hacer rutas de montaña, ir a restaurantes, visitar museos… Un sinfín de actividades de repente se vuelven disponibles sin tener que prestar atención a los horarios laborales y otras responsabilidades. Puedo volver a casa de madrugada sin preocuparme por el despertador; puedo llegar a casa muy cansado tras una ruta sin problema porque mañana no trabajo; e incluso puedo pasarme con el alcohol (cosa que no recomendamos) sin el miedo terrible a la reunión con resaca. O sea: pasamos de un entorno escrupulosamente reglado y con un acceso limitado a hacer cosas que nos gustan (período laboral) a otro en el que podemos hacer lo que más nos apetece sin temor a represalias. A poco que duren las vacaciones nos acostumbraremos a esta forma de proceder (lo que en psicología se denomina aprendizaje), y cuando toque volver al entorno limitado reaccionaremos como antes se ha descrito: apatía, desgana, irritabilidad, bajo estado de ánimo… Es una reacción perfectamente esperable cuando se pasa de un entorno con amplia disponibilidad de estimulación apetitiva y reforzadores a otro con disponibilidad limitada, que diríamos los psicólogos.
Y ya que estamos, ¿por qué no darte algunas sugerencias para sobrellevar lo arriba descrito?
En primer lugar, no te alarmes. Si lo que te está ocurriendo se debe a este cambio de rutinas, tarde o temprano te acostumbrarás a la antigua. Al fin y al cabo lo consigues todos los septiembres. Piensa que cada día que pasa estás consiguiendo volver a la normalidad y que tienes derecho a estar así una temporada.
Trata de regularizar tus horarios. Te acostumbrarás más rápidamente si hay constancia en tus ritmos: misma hora para acostarse y despertarse, así como para las comidas a lo largo del día y actividades ajenas al trabajo. No significa que tengas que ir al gimnasio todos los días o ninguno, sino que si vas lunes y miércoles seas constante con ello.
Ten algún proyecto. ¿Sabes por qué las colecciones de kiosco aparecen en septiembre? A las personas nos gusta anticipar momentos agradables, como por ejemplo “qué ganas de que salga el lunes la siguiente entrega”, sobre todo cuando estamos en momentos de bajo estado de ánimo (la vuelta a la vida laboral). También somos especialistas en abandonar colecciones, pero eso se explica por otros motivos. Pues bien: haz tus propios proyectos, crea algo que te genere ilusión y que tengas que ir haciendo poco a poco, semana tras semana. Podría ser desde montar un terrario y poblarlo hasta pintar un cuadro (o una serie de ellos).
Y por último, continúa haciendo lo que te gusta. La vida laboral no es incompatible con seguir disfrutando de tus hobbies, aunque sea con menor frecuencia. Ante la sensación de inapetencia, piensa que si haces algo al final te lo pasarás estupendamente y merecerá la pena el esfuerzo de salir de casa. No dejes que pensamientos negativos te impidan hacer y disfrutar lo que en vacaciones has estado haciendo y disfrutando, aunque tengas que esperar al fin de semana. Dicho lo cual, entre semana también conviene que tengas ratos para ti.
Desde ITEC consideramos que no deberías acudir a terapia si lo que te ocurre es lo que hemos descrito en este post; no obstante, si la situación se prolongara durante más de un mes o generara un nivel de sufrimiento muy alto sí sería buena idea consultar con un profesional.
Mucho ánimo con la vuelta.