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Feminización de la locura

Cualquier mujer nacida con un gran don en el siglo XVI, con total seguridad, se habría vuelto loca, se habría pegado un tiro o hubiera acabado sus días en alguna cabaña solitaria a las afueras del pueblo, medio bruja, medio hechicera, temida y objeto de burla. Pues no hace falta ser muy diestro en psicología para tener la certeza de que cualquier chica con gran talento que hubiese intentado usar su don para la poesía habría visto su camino tan frustrado y obstaculizado por parte de otros, se habría visto tan torturada y destrozada por sus propios instintos contradictorios, que a ciencia cierta habría perdido la salud y la cordura.

Virginia Woolf
Una habitación propia

Históricamente, el término “locura” se ha utilizado para referirse a todas aquellas mujeres que mostraban comportamientos u opiniones que se desviaban de las normas sociales establecidas. Si nos remitimos etimológicamente al significado de la palabra “delirar”, viene del latín delirare, formada del prefijo de- que significa “alejarse” o “apartarse” y lira, que significa surco o camino. De las mujeres, se ha esperado y se espera que sigamos al pie de la letra el modelo de feminidad imperante. Sin embargo, lo sigamos o no, hemos sido clasificadas habitualmente de “histéricas”, “neuróticas” o “psicóticas”. Esto es lo que Chesler (2005) denomina “doble estándar de la enfermedad mental”. Según este doble estándar, los problemas psicológicos no se valoran de la misma forma, con los mismos parámetros, en hombres y mujeres. Tradicionalmente, las mujeres han sido categorizadas como “locas” inestables, tanto si se adaptaban a los roles de feminidad (pasividad, dependencia, emotividad…) como si se revelaban a ellos (asertividad, independencia, sexualmente activa…).

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La “feminización de la locura” se trata de un tema central cuando nos referimos a la patologización de la conducta de las mujeres. Millet (2019) denuncia, que tradicionalmente en nuestra sociedad, la locura se ha concebido como algo esencialmente femenino, que, incluso cuando es experimentada por los hombres, se representa metafórica y simbólicamente en forma de mujer. La patologización de conductas normales en mujeres es un fenómeno en el cual comportamientos que son considerados típicos y aceptables para hombre son etiquetados como problemáticos en mujeres. Esta patologización de la conducta de las mujeres puede contribuir a perpetuar los estereotipos sexistas y a negar la importancia de las experiencias emocionales y conductuales de las mujeres (Chesler, 2005)

La socialización de género es el proceso de diferenciación social en el patrón de comportamiento ontogenético considerado como propio de hombres y mujeres en una determinada cultura (Silva y Laurenti, 2016). Es decir, se trara de un proceso de aprendizaje a partir del cual se enseña a las personas a comportarse según lo que se espera de ellos en función de su sexo biológico.

El género tiene influencia en todos los aspectos relacionados con la situación problemática de una persona: las condiciones estresantes que pueden preceder el inicio de un problema psicológico, las respuestas que dan a estas situaciones, cómo será atendida en el sistema de salud, el apoyo social que recibirá, el estado socioeconómico, en las expresiones de malestar y en las definiciones de normalidad y patología, entre muchos otros factores.

De acuerdo con Montero et al. (2004), los roles de género que hombres y mujeres aprenden a ocupar en la sociedad, pueden explicar las diferencias de género tanto a nivel cualitativo como cuantitativo de los problemas psicológicos. Las mujeres, por el mero hecho de serlo, tienen mayor probabilidad de estar expuestas a un conjunto de experiencias y eventos vitales estresantes que favorecen la aparición de muchos problemas psicológicos como las desigualdades en el mercado laboral, la falta de apoyo en la crianza, una doble jornada laboral, los cambios relacionados con la maternidad, menopausia, violencia de género….

A la luz de todo lo anterior, resulta más que evidente la necesidad de integrar la perspectiva de género en la psicología. Adoptar una perspectiva de género en psicología implica analizar las dinámicas sociales patriarcales y su influencia en el desarrollo de problemas psicológicos. Tener presente la desigualdad entre hombres y mujeres contextualiza el comportamiento y favorece la despatologización de los problemas psicológicos (Roselló et al., 2019), ya que permite poner el énfasis en los factores contextuales, más que en factores internos intrapsíquicos, como causas del comportamiento.

Históricamente las mujeres han permanecido invisibles y no se han incluido en las investigaciones sobre salud, sobre patologías o sobre fármacos ni se han tenido en cuenta la influencia que tiene la cultura, las relaciones de poder y los estereotipos de género en la salud (Valls-Llobet, 2009). Concretamente, la psicología ha sido tradicionalmente una disciplina dominada por hombres, que ha reflejado sus perspectivas y valores de género en sus teorías y prácticas, de manera que se ha ignorado o minimizado la importancia de la experiencia de las mujeres y ha perpetuado sesgos y estereotipos de género. Los sesgos de género, son definidos como los fallos sistemáticos asociados a los estereotipos de género que se pueden dar en cualquier punto de la terapia por parte de los/as profesionales o de cualquier instrumento utilizado para la evaluación y diagnóstico, así como los errores metodológicos que conducen a conclusiones parcialmente erróneas en la evaluación del comportamiento de mujeres y hombres y de las diferencias entre ellos (Garb, 2021).

Hasta aquí un primer paso para tratar de ejercer una práctica profesional ética: asumir los sesgos que ya tiene el propio corpus de conocimiento científico sobre psicopatología y encaminarnos a la revisión de nuestra propia actuación y formación.

Autoría: Atala Jacobo y Luz Contreras

Referencias

Chesler, P. (2005). Mujeres y locura. Continta me tienes

Garb, H. N. (2021). Race bias and gender bias in the diagnosis of psychological disorders. Clinical Psychology Review, 90,102087. https://doi.org/10.1016/j.cpr.2021.102087

Millet, K. (2019). Viaje al manicomio. Seix Barral

Montero, I., Aparicio, D., Gómez-Beneyto, M., Moreno-Küstner, B., Reneses, B., Usall, J., & Vázquez-Barquero, J. L. (2004). Género y salud mental en un mundo cambiante. Gaceta sanitaria, 18(suppl 1), 175-181.

Morgan, V. A., Castle, D. J., & Jablensky, A. V. (2008). Do women express and experience psychosis differently from men? Epidemiological evidence from the Australian National Study of Low Prevalence (Psychotic) Disorders. Australian & New Zealand Journal of Psychiatry, 42(1), 74-82.

Roselló-Peñaloza, Miguel; Cabruja Ubach, Teresa & Gómez Fuentealba, Pablo Salvador (2019). ¿Feminización de la psicopatología o psicopatologización de lo femenino? Construcciones discursivas de cuerpos vulnerables. Athenea Digital, 19(2).  https://doi.org/10.5565/rev/athenea.2249

Silva, E. F., & Laurenti, C. (2016). Prevalência de transtornos mentais comuns em populações atendidas pelo Programa Saúde da Família (PSF) no Brasil: uma revisão sistemática. Ciência & Saúde Coletiva, 21(5), 1455-1468. https://doi.org/10.1590/1413-81232015215.22342015

Valls-Llobet, C. (2009). Mujeres, salud y poder. Titivillus

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