Problemas de alimentación

Gustarte de una manera sana

Comer es una conducta compleja. Aunque pensemos que simplemente tiene la función de reducir el hambre y nutrirnos, lo cierto es que cumple muchas más funciones que las puramente fisiológicas. Comer puede generar placer pero también preocupación sufrimiento. Empleamos la comida con múltiples objetivos: para disfrutar, para calmar nuestra ansiedad, para sentir control, para adecuarnos mejor a los cánones de belleza que persigamos… En ocasiones, la forma de relacionarnos con la comida puede ser poco saludable desde la perspectiva psicológica.

En la actualidad, cada vez hay una mayor incidencia de los problemas de la conducta alimentaria. Los más conocidos son la anorexia y la bulimia, pero no son los únicos; muchas personas también tienen otras dificultades como el trastorno por atracón o los problemas de control de peso (obesidad o sobrepeso). En los problemas de alimentación más comunes el miedo intenso a comer por engordar siempre suele estar presente, generando un estado de malestar y sufrimiento elevado, que se alivia cuando la persona deja de comer, vomita, hace excesivo ejercicio… Muchas veces no sólo se siente miedo y ansiedad, sino también tristeza y desesperanza. La insatisfacción constante con la propia imagen, los problemas de inseguridad y autoestima, incluso la culpa por la incapacidad para manejar el propio problema o la afectación familiar que puede estar teniendo, también generan emociones muy negativas.

La insatisfacción con la propia imagen corporal tiene una clara relación con el desarrollo de problemas de la conducta alimentaria. La presión social por la delgadez empuja a muchas personas, sobre todo a mujeres, a obsesionarse con la ingesta para modificar su imagen y adecuarla a lo socialmente establecido. Este factor no es el único importante para desarrollar un problema de este tipo, pero unido a otros como una personalidad perfeccionista y exigente o  estar en plena adolescencia, pueden formar el caldo cultivo perfecto para el desarrollo de trastornos de alimentación.

Una de las barreras principales para el éxito del tratamiento de los problemas de alimentación reside en que las personas con estas dificultades lleguen a acudir a consulta. Cuando tienes un problema de alimentación te suele costar mucho buscar ayuda: miedos, inseguridades, escasa conciencia del propio problema…Si este es tu caso o el de alguna persona allegada, queremos animarte a dar el primer paso y contactar con un especialista que pueda ayudarte. Sabemos que abordar un problema de alimentación cuando lleva mucho tiempo instaurado es mucho más complejo, así que si has llegado hasta aquí, es un gran paso, no te frenes. El abordaje psicológico de los problemas de alimentación es esencial y, aunque ahora te parezca difícil, existen otras formas de relacionarse con la comida que te pueden permitir disfrutar. No dudes en pedir asesoramiento y apoyo, trabajaremos de forma conjunta con otros profesionales de la salud para ofrecerte la ayuda más adecuada y completa.

Si quieres saber más...

Anorexia

Antes de que te contemos qué es, tenemos que contarte por qué nos ha costado escribir estas líneas.

Nos ha costado, por una parte, sintetizar algo tan complejo y heterogéneo y nos ha costado, por otra parte, porque no estamos de acuerdo con el modelo médico aplicado a la psicología (“trastorno de anorexia nerviosa”, “trastorno de depresión mayor” …) según el cuál los problemas psicológicos son clasificados como si de enfermedades se tratase, sin atender a aspectos funcionales y del contexto. Nos gustaría no tener que clasificar los problemas de la conducta alimentaria, otra psicología clínica es posible, pero, mientras tanto, lo hacemos porque quizá a las lectoras y lectores les facilite entender mejor qué les ocurre o puedan comenzar a verse identificadas con algunos procesos.

La anorexia es problema de alimentación cuya característica esencial es una importante restricción de la ingesta de alimentos. Esta restricción puede ser muy diversa, no hay que pensar únicamente en una restricción total o en ayunos desmesurados, puede ser restricción de cantidades, de tipo de alimentos y, en muchas ocasiones, una mezcla de todo ello. Por supuesto, puede haber conductas compensatorias para intentar perder peso. Frecuentemente, como consecuencia de la restricción calórica o de las conductas compensatorias (como puede ser el ejercicio físico o los vómitos), el estado de salud de la persona se ve claramente comprometido.

La obsesión por la delgadez y el intenso miedo a engordar es otra de las características esenciales de este tipo de problemas. La comida, aunque no se ingiera con elevada frecuencia ocupa una buena parte del tiempo y recursos de la persona, conocimientos y control de lo que engorda, de lo que no, planificación de lo que se va a comer, de cómo va a afectar…En todas estas predicciones y pensamientos también hay mucha desinformación y mitos sobre alimentación y sobre cómo funciona el proceso corporal de ganancia de peso y grasa corporal. Por su parte, los problemas de imagen corporal y de autoestima suelen ser una pieza clave en el desarrollo y mantenimiento de la anorexia. Muchas personas sienten absoluto rechazo hacia su imagen, hay quienes se miran, miden y pesan con frecuencia y hay quiénes no toleran mirarse siquiera…Todo este proceso de aversión hacia la propia imagen se ha ido construyendo a lo largo de la historia de aprendizaje de cada individuo por diferentes razones.

A su vez, es muy común que, fruto de todas estas dificultades exista un estado de ánimo lábil y con muchas fluctuaciones e irritabilidad. También puede ser habitual que decrezca la vida social y el deseo sexual, contribuyendo todo ello a que se dedique aún más atención al problema de alimentación. Muchas personas con problemas de anorexia relatan sentirse atrapadas, envueltas  en una vida construida en función de lo que el problema de anorexia permite o no permite hacer.

La gravedad del problema puede ser muy variable en función de la interacción de diversos factores: la evolución y duración del problema, la frecuencia y tipo de conductas compensatorias, la historia de dietas y pérdidas de peso, la presencia de otros problemas psicológicos y su gravedad, el repertorio y habilidades de la propia persona, etc.

Existen tratamientos psicológicos eficaces, aunque si la gravedad del problema es muy elevada ni siquiera suele ser recomendable el tratamiento ambulatorio en un primer momento. En algunos casos se requiere una intervención en entornos más controlados (hospitales, centros de día…). En cualquier caso, el profesional al que consultes te puede orientar al respecto, lo primero es dar el gran paso de pedir ayuda y estar dispuesta a hacer un cambio, el resto de los pasos irán llegando al lado de alguien que te oriente, enseñe y ayude a salir adelante.

Preguntas frecuentes sobre alimentación

La historia de cada individuo es tan diversa que los factores que a cada persona le pueden conducir a tener un problema de alimentación pueden ser distintos. No obstante, hay ciertos factores generales que sí tienen un peso importante y que nos influyen o nos hacen más vulnerables a que desarrollemos un problema alimentario.

Centrándonos en aquellos problemas de alimentación especialmente marcados por el miedo intenso a engordar, en los que la restricción de la ingesta de alimentos o las conductas purgativas están muy presentes, así como los problemas de imagen corporal, los siguientes factores, aunque no son los únicos, suelen ser clave:

La cultura de la delgadez imperante en nuestra sociedad

Hablar con detalle de cómo nuestro contexto social nos influye en el modelo de belleza que seguimos es un tema muy muy extenso, pero de manera sintética: existen una serie de reglas sobre qué se considera belleza y que no y, como sociedad, creamos dichos valores y actuamos acorde a esas reglas: premiando o castigando lo que cumple esa regla y lo que no. ¿Quién hace que aprendamos esto? ¿Cómo acabamos relacionando estos significados? De muy diversas formas: medios de comunicación que asocian éxito social, laboral, familiar, belleza con delgadez a través de publicidad; personas que halagan a otras cuándo han adelgazado y comentan aspectos negativos cuando han engordado y un sinfín de ejemplos.

La presión hacia las mujeres para “cuidar” su cuerpo

En relación con la cultura de la delgadez, en el caso de las mujeres, se nos enseña que buena parte de nuestro valor como personas está relacionado con la belleza. Y el canon de belleza imperante es de delgadez. En resumen: cuanto más bella, más vales, más éxito y, por ende, cuanto más delgada, más vales. Además, se nos enseña que debemos ocuparnos, como una de nuestras funciones principales en la vida, a dedicar tiempo a estar guapas y a parecer jóvenes: pintarnos las uñas, ir a la moda, cuidar nuestro pelo, maquillarnos diariamente, disimular y arreglar defectos…Y comer todos los productos bajos en grasa del mercado, claro, porque si engordamos entonces ya no valdremos. Obviamente, no es casualidad que un elevado porcentaje de problemas de conducta alimentaria lo tengan mujeres y no hombres, aunque las cifras han sufrido algunas variaciones en los últimos años.

Algunas etapas vitales como la adolescencia

Existen algunos momentos de la historia de las personas en el que podemos ser especialmente sensibles a comenzar con problemas de imagen corporal que nos lleven a problemas de alimentación. En la adolescencia, una buena parte de nuestro bienestar está relacionado con nuestro éxito social y afectivo, con el valor que nuestros iguales nos confieran, que, por los factores antes mencionados, está muy relacionado con la valoración que hagan de nuestra imagen corporal. Así, conseguir las miradas, atención, reconocimiento y atracción de otros por nuestro cuerpo se vuelve especialmente potente. La adolescencia no es la única etapa, existen otros momentos vitales en los que podemos sentirnos poco valoradas y especialmente necesitadas de éxito social o afectivo, lo que nos puede hacer más vulnerables a empezar a tener problemas de alimentación, al ver que al manipular nuestro peso conseguimos otra respuesta por parte del entorno.

Historia de fracaso social y/o afectivo relacionada con nuestra imagen corporal

Especialmente, cuando de niñas o adolescentes hemos sido rechazadas o criticadas por nuestra imagen corporal, nos podemos volver más sensibles a desarrollar problemas con la comida, ¿por qué? De nuevo, ese hecho vivido puede hacer que nos resulte especialmente potente, reforzante, que se nos quiera o valore por nuestra imagen.

Historia de dietas, de presión por la comida

Cuando se ha relacionado “cuidarse”, en forma de seguir dietas o hacer ejercicio no para cuidar nuestra salud sino para modificar nuestra imagen. Cuando hemos visto que se seguían dietas en nuestro entorno cercano con ese objetivo o cuándo hemos sido sometidas a seguir dietas desde pequeñas ya hemos ido aprendiendo que, si queremos estar bien, tenemos que moldear nuestra imagen.

Patrones de comportamiento inflexibles o especialmente exigentes

Hay personas que son muy capaces de guiar su comportamiento, aunque sea un esfuerzo, por las consecuencias a largo plazo de este, son capaces de demorar la gratificación siguiendo una serie de reglas verbales que se dicen así mismas (“Si haces tal cosa conseguirás tal”). Esta característica no es mala en sí misma, pero hace que seamos más capaces de ignorar nuestro apetito, nuestras ganas, con tal de conseguir un supuesto beneficio más adelante. Además, es un patrón de comportamiento que cuando va unido a inflexibilidad es especialmente peligroso.

Es muy habitual oír hablar de: anorexia, bulimia, trastorno por atracón… Sin embargo, la etiqueta o el nombre bajo el que se clasifican los problemas no siempre nos da una información adecuada. Además, es muy común encontrar problemas que no encajan claramente con una de estas etiquetas y que tienen una mezcla de varios de ellos: personas que reducen su ingesta de alimentos en gran medida pero que también vomitan en algunas ocasiones; personas que se obsesionan por la comida y tienen períodos de atracón y después lo unen a ejercicio excesivo… personas que vomitan cada ingesta de alimentos pero que no tienen atracones o personas que únicamente hacen un ejercicio excesivo con el fin de adelgazar… Existen tantos tipos de problemas de alimentación como comportamientos problemáticos o desadaptativos en relación a la comida.  Más que conocer el nombre del problema de alimentación, lo interesante es conocer cómo la persona ha desarrollado el problema y por qué se mantiene en su caso particular.

A continuación, te contamos cuáles son los comportamientos y reacciones más habituales en problemas de alimentación y cómo se mantienen:

Reducir la ingesta de alimentos

Parece sensato, ¿no? Si como menos, adelgazaré. Fácil y claro.

Monumental error.

Uno de los errores habituales en los problemas de alimentación es tener en cuenta comportamientos de manera aislada, sin el contexto general. En la reducción de ingesta (o restricción) esto se ve clarísimamente. Si lo vemos desde una perspectiva aislada, probablemente comer menos provocará adelgazamiento; pero eso implica olvidarnos del hambre, la habilidad y motivación por cocinar, la disponibilidad de alimentos sanos, la existencia de otros estímulos agradables, etcétera. Seguro que lo has vivido alguna vez: has restringido la ingesta, has acumulado varios días de hambre cada vez más intensa y has acabado teniendo un atracón, que te hace sentir extremadamente culpable y te genera emociones aversivas. Es por ello que la restricción de ingesta, por sí sola, es potencialmente desastrosa y nunca debe ser tomada a la ligera.

Obsesionarse por la comida

Contar calorías. Pensar constantemente cuándo y cómo va a ser la próxima ingesta. Hacer de la comida el centro de nuestra vida. Dejar de salir con gente por no poder controlar dónde vais a cenar. Poco a poco pueden surgir obsesiones que irán deteriorando nuestra calidad de vida. Etas obsesiones están ahí porque indican qué camino es el “adecuado” para cumplir tu meta de bajar de peso; de hecho, al principio pueden ser pensamientos totalmente adaptativos (conocer los ingredientes de un producto es algo muy adecuado). Sin embargo, aquello que funciona tiende a aparecer más, y si no ponemos límite a estas instrucciones podrían acabar convirtiéndose en auténticas obsesiones que, si bien pueden guiarte hacia el control de la alimentación, pueden acabar con todo lo demás (vida familiar, social y de pareja, ocio, trabajo, etcétera).

Obsesionarse por la imagen corporal

Medir constantemente cambios en la imagen. Pesarte a diario, quizá dos veces. Medirte  el grosor de ciertas partes del cuerpo. No parar de mirarse al espejo. De forma similar a la obsesión por la comida como tal, es muy frecuente que en la sociedad occidental haya una preocupación patológica por la imagen corporal (especialmente en mujeres). Existe una fuerte presión social para encajar en un ideal de belleza inalcanzable, que provoca no pocos problemas relacionas con el peso y la imagen corporal. Suelen surgir ideas como “nadie me querrá si no estoy delgada” o “soy una fracasada por estar gorda”. No sólo eso, sino que ante la bajada de peso el entorno suele reaccionar con comentarios positivos y felicitaciones. Lo que puede empezar como un adelgazamiento por salud podría convertirse en un problema psicológico al creer, erróneamente, que la valía de una persona está en su físico y que cualquier mínima desviación en la comida o el ejercicio puede hacer que engorde otra vez.

Tener “alimentos prohibidos”

Es habitual que las dietas propongan una serie de alimentos que no deben ser consumidos bajo ningún concepto. Esto tiene el efecto de aumentar el interés que se siente por dichos alimentos, acabando en un probable episodio de descontrol. Por ello es importante tener clara la diferencia entre “nunca comas de esto” y “come esto un número muy limitado de veces a la semana”; de hecho, durante una terapia psicológica se puede hacer una reducción progresiva de la ingesta de dichos alimentos que no acabe en descontrol.

Distorsiones cognitivas

Ya lo hemos mencionado en otros apartados, pero en el control de la alimentación es esencial prestar atención a qué piensa la persona sobre determinados asuntos. Hay muchos pensamientos irracionales derivados de la presión social, como los comentados antes (“nadie me querrá si estoy gorda”, “sólo puedo ser feliz si soy delgada”), y estos pensamientos tienen un poderoso efecto en la relación que tenemos con la comida. Se mantienen porque generan certidumbre y son coherentes con una visión sesgada de la realidad, pero a menudo son una importante fuente de sufrimiento y el primer paso hacia el control o descontrol extremos.

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