BLOG

Perspectiva de género en psicosis

No suspiren más, señoras.
El tiempo es masculino
y alza su copa por las bellas.
Aturdidas por la galantería, escuchamos
exageradas alabanzas de nuestras mediocridades,
la indolencia se interpreta como abnegación,
el pensamiento desordenado se denomina intuición,
cualquier lapsus se perdona,
y nuestro único delito es hacer sombra
o salirnos del camino sin vacilar.
Por ello, reclusión en aislamiento,
gas lacrimógeno, guerra de desgaste,
Pocas son las candidatas a tal honor

Addrienne Rich
Snapshots of a Daughter in-law

Como vimos en el post anterior (“Feminización de la locura”), la cultura, las relaciones de poder y los estereotipos de género tienen un impacto en la salud de las personas. Conocemos la necesidad de hacer un análisis de las dinámicas sociales y patriarcales, así como de su influencia en el desarrollo de los problemas psicológicos. Por eso mismo, en este post, vamos a hablar sobre uno de los problemas donde lo que acabamos de mencionar ha tenido mayor impacto.

A  lo largo de la historia, una de las problemáticas “con nombre de mujer” y que más descuido ha sufrido a la hora de incorporar las variables de sexo y género en la investigación ha sido el comportamiento psicótico. Además de estas variables, Haarmans (2015) señala la necesidad de analizar y considerar como las múltiples formas de opresión y otros determinantes sociales, como la etnia o la clase, interactúan con el género y de incluirlas en el estudio del comportamiento psicótico.

Diferenciar las estadísticas por sexos ha sido el primer paso para visibilizar las diferencias entre hombres y mujeres en determinados problemas o condiciones de vida, pero en el análisis de los resultados no siempre se ha tenido en cuenta la perspectiva de género.

Existe una gran variabilidad dentro de los distintos comportamientos psicóticos, incluso pudiendo entender esto como un continuo. Debido a esto, existe una gran variabilidad en el inicio clínico, durante el curso de la enfermedad, frente a la respuesta del tratamiento farmacológico, y frente a la respuesta del tratamiento psicosocial. En todas estas situaciones, la variable género conlleva un impacto importante y marca diferencias. La detección precoz y el tratamiento rápido es de suma importancia para ofrecer la mayor calidad de vida, por lo que se hace necesario prestar atención a las diferencias de género en los problemas psicóticos puesto que las mujeres se encuentran con una desventaja, presentando una tardía identificación del problema (Mazza et al., 2021).

A continuación, se ofrecen algunos datos relevantes que ponen en evidencia la influencia del género en el estudio del comportamiento psicótico.

En cuanto a la atención que las mujeres reciben por parte del sistema de salud, Ferrara y Srihari (2021) afirman que las mujeres se encuentran en una situación de desventaja con respecto al acceso y calidad de la atención recibida. Esto se debe, en parte, a que el inicio de los comportamientos psicóticos es mucho más llamativo en los hombres que en las mujeres, encontrándose diferencias en la topografía de las conductas problema. Por ejemplo, en los hombres, es más frecuente que en el inicio aparezcan síntomas positivos (como alucinaciones y delirios), mientras que en las mujeres suelen presentar en mayor medida síntomas relacionados con el estado de ánimo (los llamamos síntomas negativos). En relación a lo anterior, está bastante establecido que las mujeres tienen menos probabilidad de ser diagnosticadas con algún trastorno dentro del espectro psicosis que los varones (Brown y Charles, 2022), por lo que cabría plantearse si las manifestaciones de las conductas problema de las mujeres son infravalorados debido a los estereotipos de género y a la normalización del sufrimiento, e incluso si son ignoradas y consideradas como llamadas de atención (Mazza et al., 2021).

Además, las mujeres también presentan mayor riesgo de recibir diagnósticos incorrectos, y como consecuencia recibir una intervención y/o tratamiento mucho más demorado que en hombres, o incluso que este no sea el adecuado (Ferrara y Srihari, 2021). Estos datos ponen en evidencia cómo hombres y mujeres reciben un trato diferencial en la evaluación y tratamiento recibido por los/las profesionales sanitarios/as y como los determinantes de género posicionan a mujeres y hombres de forma desigual en el contexto social, dando lugar a un acceso desigual a la salud.

Por otro lado, se ha visto que las mujeres tienen un mayor riesgo de sufrir efectos secundarios metabólicos y endocrinos inducidos por los antipsicóticos. Existe evidencia de que las mujeres diagnosticadas con algún trastorno dentro del espectro psicótico, tienen más del doble de probabilidades que los hombres de desarrollar comorbilidad física al inicio del problema y en edades tempranas (Mazza et al., 2021). Cabe destacar, que, durante la menopausia, se puede producir un empeoramiento de los comportamientos psicóticos, pero también se pueden ver agravados los síntomas de la menopausia a causa de estos comportamientos (Osborne, 2018). Así mismo, el riesgo de desarrollar comportamientos psicóticos en el primer mes de postparto es 23 veces mayor que en cualquier otro momento de la vida de una mujer (Seeman, 2012). Además, se ha visto que estos comportamientos aparecen más frecuentemente después del parto en mujeres de niveles socioeconómicos bajos o que viven en comunidades marginadas por causas étnicas, culturales o migratorias (Osborne, 2018).

Estos datos sobre las diferencias entre hombres y mujeres en los efectos metabólicos y endocrinos de los medicamentos y sobre la influencia de los cambios hormonales producidos durante la menopausia y durante el parto en la aparición de experiencias psicóticas, son una prueba más del sesgo de género en la investigación en medicina y psicología. Es especialmente llamativo que, en medicamentos donde las mujeres son las principales consumidoras (antidepresivos, hipnóticos, ansiolíticos, antipsicóticos y anticonvulsivantes), no se ha analizado la influencia de las fluctuaciones hormonales femeninas (menstruación, embarazo, puerperio, menopausia) en el efecto de dichos medicamentos ni su relación con la aparición de este tipo de comportamientos (Santos-Casado, García-Avello, 2019)

En varios estudios realizados en países donde la desigualdad de género es más pronunciada, se ha encontrado que el estatus social, la exclusión social y la privación social se refleja en el contenido de las alucinaciones y delirios (Gecici et al., 2012; Legg y Gilbert, 2006). Estos estudios demuestran cómo la lente del género es ideal para examinar la interacción de factores de nivel micro y de nivel macrocontingencial en el desarrollo, la presentación y la experiencia de los fenómenos psicóticos.

Para finalizar, Legg y Gilbert (2006) encontraron que las mujeres presentan mayor probabilidad de presentar alucinaciones auditivas que los hombres, y que la voz escuchada suele ser en su mayoría masculina. De hecho, en este mismo estudio se encontró que en el contenido de estas voces, solían predominar insultos típicamente dirigidos a mujeres (por ejemplo, “puta” o aquellos relacionados con su apariencia física como “gorda”). Además, e ha visto que el patrón, la formación y el contenido de los delirios y alucinaciones está moldeado por varios factores como edad, sexo, estatus marital, raza, contexto cultural, educación y clase social.

Durante este post y el relativo a la feminización de la locura, hemos podido ver como las “gafas” de género resultan fundamentales para examinar la interacción de factores a nivel micro y macro en el desarrollo, la presentación y la experiencia de los comportamientos psicóticos. La desigualdad de género conlleva discriminación y violencia también en la ciencia y en las instituciones dedicadas a atender la salud mental. Ponerse estas gafas de género implica también replantear los comportamientos de las personas como estrategias para hacer frente a un contexto opresivo. Así mismo, resulta fundamental abordar esta problemática con una perspectiva funcional, que permita explicar los problemas psicológicos de manera individualizada e incluir el género y la interseccionalidad como una categoría de análisis.

Autoría: Luz Contreras y Atala Jacobo

Referencias:

Brown, M & Charles, M (2022). Mujeres y psicosis. Perspectivas multidisciplinarias. Herder

Ferrara M., Srihari V.H. (2021) Early intervention for psychosis in the United States: Tailoring services to improve care for women. Psychiatric Services, 72(1), 5-6. https://doi: 10.1176/appi.ps.202000205

Gecici, O., Kuloglu, M., Guler, O., Ozbulut, O., Kurt, E., Onen, S., … & Albayrak, Y. (2010). Phenomenology of delusions and hallucinations in patients with schizophrenia. Klinik Psikofarmakoloji Bülteni-Bulletin of Clinical Psychopharmacology, 20(3), 204-212.

Haarmans, M. (2015). Psychosis and Gender: Everything You Always Wanted to Know About Sex (and Gender) in Psychosis but Were Afraid. En Margarita Sáenz-Herrero (Eds.), Psychopathology in Women. Incorporating Gender Perspective into Descriptive Psychopathology (pp. 361 – 387). Springer International Publishing. https://doi.org/10.1007/978-3-319-05870-2_15

Legg L, Gilbert P. (2006). A pilot study of gender of voice and gender of voice hearer in psychotic voice hearers. Psychol Psychother, 79, 517–27.

Mazza, M., Caroppo, E., De Berardis, D., Marano, G., Avallone, C., Kotzalidis, G. D., Janiri, D., Moccia, L., Simonetti, A., Conte, E., Martinotti, G., Janiri, L., & Sani, G. (2021). Psychosis in Women: Time for Personalized Treatment. Journal of personalized medicine, 11(12), 1279. https://doi.org/10.3390/jpm11121279

Osborne L. M. (2018). Recognizing and Managing Postpartum Psychosis: A Clinical Guide for Obstetric Providers. Obstetrics and gynecology clinics of North America, 45(3), 455–468. https://doi.org/10.1016/j.ogc.2018.04.005

Santos-Casado M, García-Avello A. (2019). Systematic review of gender bias in the clinical trials of new long-acting antipsychotic drugs. Journal of clinical psychopharmacology, 39(3), 264-272. https://doi.org/10.1097/JCP.0000000000001041

Seeman, M. V. (2012). Women and psychosis. Women’s Health, 8(2), 215-224.

 

COMPARTIR EN REDES