Lo primero que suelo responder cuando me hacen este tipo de consultas en terapia es que, si no fuera así, el trabajo de psicólogos y psicólogas no tendría ningún sentido. Sin duda, podemos cambiar. En terapia vemos este cambio casi a diario, pero, por otra parte, es totalmente comprensible que nos surjan dudas al respecto.
Puede que hayamos tenido la experiencia repetida de haber intentado cambiar aspectos de nuestro comportamiento y vernos incapaces de ello. También puede que hayamos tenido ejemplos a nuestro alrededor de personas que han intentado cambiar y no lo han conseguido a pesar de haberlo probado CASI todo. Puede que hayamos escuchado frases del tipo: “es que yo soy así y tienes que aceptarlo” o argumentos sobre que nuestra personalidad está influida únicamente por factores genéticos y falacias del estilo. Con toda esta mochila de experiencias a nuestras espaldas resulta razonable creer que no se puede cambiar o asumir que es algo tremendamente difícil.
Así, en todas estas experiencias de otros que empleamos como argumentos a nuestro favor solemos desconocer aspectos específicos, ¿cómo han intentado ese cambio? Y la pregunta más importante que no solemos hacernos: ¿Por qué se mantenía su comportamiento? De esta forma, a lo mejor esa evidencia en la que nos basamos para decir que no se puede cambiar carece de validez.
Por eso, en este post queremos desmontar un mito sobre el funcionamiento del comportamiento: no nos comportamos como elegimos, nuestra conducta está determinada. No podemos decir: me gustaría no comer cuando no tengo hambre y esperar que automáticamente ese comportamiento cambie como por arte de magia. No, no es tan sencillo. Si quiero dejar de comer en ciertos momentos muy probablemente pueda hacerlo, pero no vale sólo con desearlo muy fuerte. Es posible que tenga que dejar de comprar ciertos alimentos para no tenerlos presentes; es posible que tenga que desarrollar estrategias incompatibles en ese momento o puede que deba tener presente mi objetivo con frecuencia, entre otras muchas cuestiones. En resumen, tendré que actuar sobre factores que determinan mi conducta de comer, si no actúo sobre ellos mi conducta seguirá su curso.
Por tanto, para poder cambiar tengo que conocer cómo funciona el comportamiento, en general, y el mío en particular. Vamos a destacar un elemento que tiene una papel protagonista en el cambio del comportamiento:
Las consecuencias
No es nombre técnico adecuado, pero es, quizá, el que mejor se puede entender. Las conductas que emitimos se mantienen, en parte, por aquello que sucede después de las mismas que cumple una función determinada. Ejemplo sencillo, la conducta de dar al botón del ascensor es un comportamiento que se mantiene porque el ascensor se abre después de pulsar. Ejemplo menos sencillo: Una persona que, en una interacción, emite una respuesta agresiva, dicha respuesta puede cumplir la función de desahogo, y esa sería la consecuencia (o consecuente) que puede estar manteniendo ese comportamiento; o puede que al emitir esa respuesta agresiva la otra persona le haga caso o cambie, de forma que el cambio del otro es la consecuencia que mantiene que dicha conducta agresiva.
Teniendo esto en cuenta, pongamos que queremos cambiar nuestro comportamiento agresivo, solemos tener respuestas de ira descontrolada en pareja que acaban en mucho conflicto, deterioro de la relación e incluso culpa, pero, en el momento inmediato, es una forma de aliviar nuestra ira y una forma “eficaz” de conseguir que el otro haga lo que yo quiero. ¿Cómo de fácil me va a ser cambiar esta conducta si la otra persona sigue cediendo y cambiando cada vez que yo le hablo mal? ¿Crees que basta con estar muy motivado para cambiar? Nuestra conducta se rige por principios y leyes que nosotros no siempre conocemos, pero están ahí. Por eso, en nuestros análisis de lo fácil o difícil que es el cambio se nos suelen escapar este tipo de explicaciones que son la clave.
Hasta aquí sólo hemos destacado uno de los factores que influyen en el mantenimiento de tu comportamiento y que, por tanto, puede darte pistas de lo fácil o difícil que puede resultarte cambiar algo. Sin embargo, no es el único factor que influye, existen otros como tu historia de aprendizaje o el contexto que pueden tener un gran peso.
El primero paso, como siempre, es hacer un análisis de por qué se da mi comportamiento y qué lo puede estar manteniendo. No siempre podemos realizar este análisis, no somos expertos en comportamiento humano, pero existen algunos psicólogos que sí lo somos y comenzar una terapia psicológica a veces es fundamental para que el cambio de comportamiento sea posible.
Para terminar, en lugar de un final feliz te regalamos un final de realidad. Lo cierto es que siempre podemos modificar cualquier comportamiento o cualquier estado emocional. De lo que hemos explicado más arriba se derivan dos cosas: 1) puedo cambiar mi comportamiento en la medida en que pueda influir en los factores que lo “causan” 2) si no tengo control, manejo, posibilidad o habilidades para influir sobre los factores que influyen en mi comportamiento…No puedo cambiarlo o sólo lo haré parcialmente. Igualmente, nos sigue pareciendo muy buena noticia poder manejar una parte del mismo y sobre todo, tener claro cómo y en qué medida puedo modificar mi propia conducta.