Estás con un grupo de amigos, uno de ellos hace un comentario delante de todos sobre un aspecto de tu vida privada que no querías compartir con nadie más. Te sientes vulnerada y molesta pero incapaz de responder en ese momento o de reaccionar. Tampoco sabes qué decirle a esa persona o temes que se pueda enfadar. Empiezas a pensar que a lo mejor le estás dando importancia a algo que no la tiene y entonces te convences de que no tienes que decir nada.
¿Te resulta familiar esta situación? Puede que hayas vivido algo similar o incluso que conozcas a personas que suelan reaccionar de esta manera.
Poder expresar lo que sentimos es una habilidad que vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida en función de nuestras experiencias, reacciones y consecuencias de ello. Hay personas que encuentran muchas dificultades para expresar molestia o enfado; hay otras, por el contrario, que son prácticamente incapaces de expresar emociones positivas y afecto. Empecemos con aquellas a quienes les resulta imposible expresar lo que no les gusta o les molesta. Como imaginarás, tener la capacidad para poder hacerlo es indispensable, nos ayuda a:
No acumular sentimientos negativos
- Cuando hay cosas que me molestan y no las expreso, si no consigo regularlo de otra manera, es posible que se me quede la sensación de que “el vaso se va llenando”, que acumule sentimientos negativos hacia la otra persona. Nos vamos sensibilizando y fijando cada vez más en lo que nos molesta hasta llegar a no soportarlo. Llegamos a un límite en el que puede que estallemos o incluso puede que tomemos decisiones como: ir alejándome de esa persona, romper la relación…Evitación que acaba en pérdidas. Tener pérdidas es inevitable, pero a veces la decisión de perder ha estado mediada por una inhabilidad y eso sí es innecesario.
Resolver problemas
- La mayoría de las dificultades no se superan si barremos debajo de la alfombra y hacemos como que no ha pasado nada. Si quiero que la otra persona cambie y se dé cuenta, de verdad, no puedo esperar a que lo haga sin que yo se lo diga. A veces, incluso aunque se lo diga, esto no resuelve el conflicto porque puede que la otra persona no quiera cambiar, pero, en cualquier caso, decirlo sí hace más probable que se pueda resolver.
Mejorar la relación con la otra persona
- Cuando la otra persona sabe qué nos gusta y qué no, aumenta el conocimiento del otro y entonces podemos adaptarnos mejor a sus deseos y necesidades, en la medida en que consideremos. Todo ello favorece que haya un mejor ajuste y esa es la clave de una buena relación.
¿Convencida? Pues una vez tenemos clara la utilidad de esta habilidad podemos dar el siguiente paso. No es entrenarla, no. Antes de eso necesitamos analizar y conocer cuándo me pasa, ante qué situaciones y por qué lo hago. Algunas personas encuentran dificultades directamente en entender y etiquetar eso que están sintiendo, de forma que no saben ni cómo expresarlo a otros. En otros casos, algunas personas tienen tal falta de capacidad para regular emociones, de forma que anticipan, que al expresarlo a otras personas directamente van a ser muy agresivas o que van a tener una reacción emocional descontrolada de llanto, por ejemplo.
Para conocer cómo funcionas tú, llevar un registro de las situaciones en las que esto te ocurre en el que puedas analizar lo que piensas y sientes en dichos momentos es esencial. Ya sabes que las herramientas y pautas para cada persona son únicas, dependen de las necesidades y explicación del funcionamiento de cada comportamiento. Por supuesto, en ITEC podemos ayudarte a mejorar la gestión de esta competencia emocional y social.